sábado, 30 de abril de 2011

Bellezas de un domingo nunca cualquiera

Hoy era unos de esos domingos en los que la tristeza confundidad con la calma estaba empeñada en permanecer en el alma. Y en mi regreso, rumiaba palabras emergentes al pie de una barra que en otra vida fue una blanca puerta:
"ser conscientes y consecuentes con lo aprendido cada día"
Simple, pero cargado de responsabilidad.
Y elegí detenerme en la belleza. Aprender a contemplarla repasando los momentos bellos de aquel domingo nunca cualquiera y siempre irrepetible. 
Y encontré:

la vulnerabilidad amorosa brutalmente sincera espiada del punki de la plaza,
el abrazo silencioso y entrañado aunque instalada la diferencia,
el sopor soleado y compartido a ritmo del aleatorio “arriquitaun",
el alegre y redescubierto rosa eléctrico del pintalabios verde,
la insinuación hermosa, inquietante y desesperada del loco agredido por el desamor que reiteraba afónico a Pink Floyd,
la compañía imperecedera que se embellece al desmaquillarse,
las agrupaciones gota a gota, encuentros y conocimientos inesperados,
la hierbabuena exprimida a mordiscos y alabada por los compañeros de mesa,
la melodía subtitulada en la que el dolor enorgullece la identidad,
el azul de una camiseta replegada para escuchar y pronunciar la emoción que enmudece la expresión del amigo,
el acompañar dignificante cuando la frustración y la injusticia se cargan en las espaldas,
la puntualidad y constancia de los basureros limpiando con su hedor la vuelta,
y el gusto por el tecleo nocturno y solitario.


Buenas noches Madrid.

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