Se había atrevido a hablarla y ahora ahí estaba, gastando palabras desordenadamente que no sabían hacía donde se dirigían.
Ella, sin embargo, permanecía callada, mirándole con una media sonrisa desdibujada. Sorbió su media copa y palpó su bolsillo no sabiendo como continuar el encuentro. Aunque por un momento quiso terminar con aquello, esa chica tenía algo que le hacía permanecer. Sorbiendo por segunda vez y tratando de no enredarse con la hierbabuena, creyó encontrar lo que le apresaba a continuar con ella sutilmente: un cierto halo de dulce oscuridad, de tristeza en su mirada.

Su curiosidad se encendió en el momento en el que descubrió que esa mirada luchaba hacía la alegría inocentemente, y entonces, se sintió abocado al deseo de abrazar su tristeza.
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