lunes, 6 de junio de 2011

Le gusto su tristeza


Se había atrevido a hablarla y ahora ahí estaba, gastando palabras desordenadamente que no sabían hacía donde se dirigían. 
Ella, sin embargo, permanecía callada, mirándole con una media sonrisa desdibujada. Sorbió su media copa y palpó su bolsillo no sabiendo como continuar el encuentro. Aunque por un momento quiso terminar con aquello, esa chica tenía algo que le hacía permanecer. Sorbiendo por segunda vez y tratando de no enredarse con la hierbabuena, creyó encontrar lo que le apresaba a continuar con ella sutilmente: un cierto halo de dulce oscuridad, de tristeza en su mirada. 

Eso y su vestido corto de lana y sus pendientes de aro. Pequeños pero importantes, ensalzaban su aire de provocación quizá ahora apagado, aunque tratara de no demostrarlo. Apagado por su tristeza, que enmascaraba con esa tal vez forzada sonrisa y sus ganas de escucharle para no prestarse atención a sí misma. Tenía ojos tristes aunque mirada intensa, pensó. Esa chica tenía el atractivo de la contradicción. Fuerza y melancolía mezcladas en sus ojos. Por un momento dudo de sus propias percepciones, centrándose en los signos que suplicaban alegría. Pero no podía obviar esa súplica desesperada. Le sobrecogió. Eso fue lo que le gustó de ella. 

Su curiosidad se encendió en el momento en el que descubrió que esa mirada luchaba hacía la alegría inocentemente, y entonces, se sintió abocado al deseo de abrazar su tristeza.

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