MAGDA
Se despertó con una incómoda sensación. Debió haber huido cuando estaba a tiempo en vez de permanecer con ella. Sin duda la noche había estado bien, pero despertar junto a una mujer, se hacía insoportable todavía. Por un momento pensó en escapar, ella parecía dormida aún, y quizá no se diese cuenta si lo hacía. La miró. Sus ojos de gata permanecían ajenos a la insolente luz que agredía con su entrada por su vieja ventana destartalada. Así dormida no parecía tan amenazante, ni tan segura de si misma. Más bien aquella imagen parecía más la de una gatita abandonada que la de la salvaje felina del bar. Y de repente ella abrió los ojos. Y él se puso de nuevo en guardia.
Mierda- pensó. Había perdido su oportunidad de largarse.
Se quedó mirándole sin decir nada, aguantando sin apenas parpadear. Y él, cada vez más incómodo ante aquella mirada retadora. Tratando de huir de aquellos ojos interrogantes, buscó en la mesilla el tabaco. Aquello le excusaría por un momento.
-¿Café?- dijo ella
-Vale- dijo esbozando una sonrisa impuesta mientras se encendía el cigarro toqueteándose la cabeza.
Ella se levantó suavemente mientras se retiraba su largo pelo cobrizo hacía un lado. Se fijó en sus braguitas metidas por el culo, y volvió aquella sensación de triunfo que le hiciera entrar a su casa. Después retirándose de ella observó las cortinas malvas hacía el oro lado del apartamento. Eran realmente Inapropiadas para aquel ventanal desvencijado, sin embargo daban al lugar una dulce y tenue claridad apagada. Y volteó finalmente hacía ella de nuevo, haciendo presente un piano de fondo:
-¿Qué es?- preguntó.
- Brad Mehldau, ¿lo conoces? No creo- sonrió ella- sino lo reconocerías al instante- Y movió levemente cabeza al ritmo de los acordes.
-¿Jazz checo?- dijo tratando de impresionarla para salvar su ignorancia
- No, americano ¿Te gusta?- preguntó amablemente
- Si, esta bien- Dijo él.
Cogiendo la bandeja del desayuno y se acercó caminando suavemente meciendo sus caderas hacia él.
Uuhhh... peligro- pensó- Esta se ha creído que va a cazarme. De repente se creció.
Entonces ella de un salto se sentó en la cama alegremente, y colocó la bandeja encima.
- Me encanta desayunar en la cama- dijo- De pequeña solía hacerlo los sábados de invierno. Me hacía la dormida cuando mis padres se disponían a salir a jugar con la nieve con mis hermanas. Cuando estaban fuera, cogía todo y me lo traía a la cama. Tardaba poco y después salía también para no levantar sospechas- dijo soltando una risita traviesa.
Le observó. Desde luego sus ojillos se habían vuelto felices como los de una niña. Se relajó un poco y cogió una de las dos tazas de café junto con una tostada del montón que ella había preparado.
- ¿Te gusta?- le preguntó
- Si, esta muy bueno. Gracias- contestó él
Poco a poco se empezaba a sentir algo más cómodo. Aquella chica no le pedía nada. Bueno, o eso parecía, las mujeres pocas veces piden nada- pensó.
- ¿Y te gusta España?- le dijo por hablar de algo.
- No especialmente, me gusta no estar en mi país- respondió ella.
- ¿Por qué?- le preguntó
- Porque es la mejor forma de buscarse. Alejarse de lo que uno conoce. Por eso también trabajo en esa multinacional. Te sorprendió ¿verdad?. Si, no tiene mucho que ver conmigo. Pero me gusta retarme con lo ajeno, así realmente encuentro lo que soy. Cuanta más dificultad, más encuentro.
- ¿Si?, yo creo que alejarte de lo que tiene que ver contigo, más bien suele alejarte de ti mismo.- dijo él.
- Eso es cuando no necesitas saber más de ti mismo, y prefieres contentarte con lo que que ya conoces. Te aferras a tu imagen y te rodeas de lo que pega con ella. Pero cuando necesitas buscar, cuanto más ajeno más te defines.
Y después de un breve silencio prosiguió:
-Mírate a ti, estoy segura de que te es ajeno irte a casa de una chica que acabas de conocer y más aún quedarte a desayunar con ella- dijo volviendo a aquel gesto travieso.
Él se sintió algo descubierto, y sonrió para eludir su vergüenza
- Te equivocas conmigo –dijo tratando de aparentar seguridad. ¿Y a ti esto te resulta ajeno? – le dijo algo retador devolviéndole la pelota.
- Hace un tiempo sin duda. Pero no últimamente- respondió ella.
- ¿Entonces sueles cazar a algún sin vergüenza cada noche?- le preguntó crecido dándole un beso en el cuello
- No, solo a chicos tristes, - le respondió guiñándole un ojo mientras le acariciaba el pelo.
Se retiró desplazando su boca a la taza de café sintiéndose atacado. ¿Triste? De que iba esa tía. Que cojones quería de él. Desde luego había sido mala idea llegar hasta allí. Ahora tenía que aguantar las tonterías de otra tía que iba de lista con él. Había elegido mal, debió quedarse con la niñata de escote evidente en vez de decidirse a hablar con ella. Y mucho menos quedarse a dormir. Estaba claro que todas las mujeres que se cruzaban con él estaban dispuestas a tocarle las narices. Debía largarse cuanto antes. Había sido un polvo y todo lo demás sobraba. No iba a aguantar las tonterías de nadie. Soltó la tostada con asco en el plato de la bandeja y apoyó la taza de café, decidido a marcharse. Ella lo percibió.
- No te enfades, no es malo estar triste. Antes o después se pasa, y a menudo suele servir para algo.- dijo ella tranquilamente
Aquello era el colmo, encima le daba lecciones… no podía más.
- Yo no soy un tío triste, pero ¿tú de que vas, tía?- dijo levantándose de la cama.
- No digo que lo seas, digo que lo estas, perdona si te ha molestado- respondió ella dulcemente.
Él comenzó a vestirse, cada vez mas encendido. Pero antes de pirarse, aquella chica merecía que la pusieran en su sitio.
- A ver si te queda claro, tu y yo nos hemos enrollado, lo hemos pasado bien, pero tu no me conoces, así que no tienes que darme la chapa con impresiones sobre mí y mucho menos tratar de solucionarme la vida. Y no estoy triste, estoy hasta los cojones de las mujeres que vais de listas y os metéis donde nadie os llama.
Hubo un silencio que aprovechó para llenarlo abrochando sus pantalones y buscando su camiseta por el apartamento. La miró de reojo y ella comenzó a reírse.
- Tu camiseta esta sobre la silla, tuviste buena puntería- le dijo sonriendo
Él la cogió y se la puso rápidamente.
- Gracias por todo, me marchó- le anunció decidido.
- ¿Me das un beso antes de irte?- le preguntó ella.
Tampoco era un maleducado, después de toda la noche se sintió en la obligación...
Se recostó un poco hacía ella y le dio un beso. Ella le acarició la cara hasta la barbilla.
- Estabas muy cómico buscando la camiseta con la música de jazz de fondo. Parecías dentro de una película de cine mudo. – le dijo cerrando la frase con otro beso.
El le sonrió y rebajó un poco:
- Oye Magda, muchas gracias por todo. La verdad que lo he pasado muy bien contigo, pero no me gusta que me den lecciones y mucho menos si no me conocen.
- Perdona, me pareciste un tío inteligente, y pensé que podía tomarme esa libertad contigo- le volvió a besar.
Poco a poco se acomodó en la cama y volvieron a besarse, cada vez más. El piano ahora sonaba más fuerte. Retiró la bandeja de la cama y volvió a su cuello y a sus muslos.
Terminaron y se quedaron dormidos. Cuando despertó ella le estaba acariciando en pecho. Era agradable.
El CD había terminado. Sólo se oían algunas voces de fondo por la ventana.
- ¿Me dijiste que te gustaba la fotografía, ¿verdad?- le preguntó ella de pronto.
- Si...- respondió él.
- Hay una exposición muy buena aquí al lado, pensaba ir, por si te apetece.
- Tengo que hacer cosas- respondió él casi automáticamente.
- Es de un tipo noruego- prosiguió algo ajena a su respuesta- no le conozco, pero me han dicho que esta muy bien, por si otro día puedes. Voy a ducharme- concluyó.
Él se quedó en la cama mientras la veía levantarse de nuevo. Esta vez iba sin sus braguitas, volvió a repetir el gesto con su pelo, y el volvió a sentirse triunfador.
Sabía que era el momento de irse, pero el sueño le aprisionaba en aquella cómoda cama.
- Si tienes hambre hay restos de pizza en la nevera.- le grito ella desde la ducha.
La verdad que tenía hambre, así que se levantó y recalentó 3 porciones algo secas. Ella salió de la ducha mientras él apuraba el último trozo.
- Vaya, no me has dejado nada- le dijo levantando sus finas cejas.
- Pensé que no querías perdona, estaba muy buena- mintió
- Jajaja, no pasa nada, pensaba comer algo al lado del museo tienen un puesto de tacos muy bueno.
- Toma, por si quieres ducharte- le dijo ofreciéndole una toalla.
- Toma, por si quieres ducharte- le dijo ofreciéndole una toalla.
Se sintió retado, era distinto. Enrollarse con una chica e incluso dormir en su casa no le era del todo ajeno. Pero desayunar, comer de las sobras de una desconocida y incluso ducharse en su casa le pareció diferente. Y se sintió retado. Se levantó de la mesa y cogiendo la toalla le preguntó:
- ¿Dónde era esa exposición?
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